Antes de debatir ningún programa político, ningún conjunto de medidas concretas a poner en marcha (lo esboza después), el diputado Iglesias se presenta ante el Rey y, sin haberlo consensuado con el teórico socio, le comunica que está dispuesto a formar gobierno con el PSOE (hasta ayer, "PSOE y PP, la misma mierda es", se les escuchaba), del cual él sería el Vicepresidente y que Podemos contaría con tal y cual ministerio, incluso a alguno de ellos le pone nombre y cara. Un articulista preguntaba si todo eso había sido acordado por las Asambleas Ciudadanas. La respuesta es obvia.
Así que la formación política que, en teoría, practica la democracia directa, ha terminado convirtiéndose en una especie de partido aristocrático con sesgos ilustrados, donde un grupúsculo de políticos muy leídos marcan la senda, dibujan la estrategia y ejecutan la táctica conforme a sus intereses.
Pero, ¿qué intereses? Obvio, los de la ciudadanía, sin la ciudadanía, que ya se sabe que las asambleas las carga el diablo (y mire usted las de la CUP -se cagaron en sus propias asambleas-).
Aquellos que para España, después de estos cuatro años de derribo de derechos, de demolición de servicios públicos, de incremento brutal de la desigualdad, de aumento de la pobreza, quieren un construir bienestar y justicia (o sea, la izquierda), quedan perplejos ante este trilerismo barato que (para mi sorpresa) abduce, sin embargo, con gran facilidad a gran cantidad de buena gente, cargada de argumentos. Y no es tanto que nos apene esta forma de hacer política basada en series de televisión y videojuegos, cuanto que somos conscientes de que se pierde una ocasión importante para cambiar el rumbo de este país. Pero claro, cambiarlo hacia principios de progreso, desde la seriedad que un giro profundo requiere, no limitarse a aparentar para acabar ocultando los verdaderos propósitos en una matrioska de falsos rostros, al final de los cuales ya no sabemos si hay algo de verdad o es puro y absoluto teatro.
A ver si después de todo, "Podemos" va a ser presente de subjuntivo. Sería una pena.
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