domingo, 25 de febrero de 2018

¡BONITO LIBERALISMO, SEÑOR VARGAS LLOSA!

En entrevista que hoy publica el diario liberal "El País", el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, defiende el liberalismo como sinónimo de democracia tal como la entendemos en el mundo occidental. Reniega de ideologías que llama "tribales", en referencia a su carácter grupal (tal como él lo entiende, como defensa de un grupo frente a otros). Por contra, afirma defender la libertad, el individualismo, el rechazo del colectivismo.

Reivindica, para mí en un ejercicio de eso que se ha dado en llamar "posverdad", la figura de Margaret Thacher y de Ronald Reagan, de quienes destaca su contribución a la cultura de la libertad.

El gran problema para los liberales, como se define Vargas Llosa, se parece bastante al que las religiones basadas en la creencia en un hacedor y juez supremo tienen con el mal. No son capaces de explicarlo, tal y como el liberalismo no puede hacerlo con la desigualdad.

La desigualdad contradice esa libertad (individualista) que el Liberalismo afirma defender como baluarte supremo. No puede existir libertad si no se dan las condiciones para elegir.

Para las élites intelectuales es fácil apuntarse a ese carro. En él viajan cómodos. Con una premisa esencial. Estoy aquí, porque me lo merezco, por un enorme esfuerzo personal sumado a mis cualidades básicas. El que no llega hasta aquí, no digamos la que no llega hasta aquí, es porque no se esfuerza suficiente, porque no pone de su parte.

El ser humano es gregario. No sobrevive solo. La construcción social es la que ha permitido los enormes avances logrados. Esa construcción es dialéctica y se fundamenta en la constante confrontación de intereses que, lejos de ser individuales, competen a colectivos diferenciados. 

Con desigualdad no hay libertad. Esa idea paradigmática es obviada por el liberalismo. Para ello, proyecta una idealizada libertad individual sobre la que no parecen existir más condicionantes que el esfuerzo (también podríamos llamarlo ambición). 

El error ha estado en plantear la opción por una u otra, como excluyentes. Es decir, promuevo la aparente libertad, ocultando que, en realidad, unos son más "libres" que otros. O bien tiendo a la igualdad que, en la práctica se ha traducido en la uniformidad bajo la opresión de unos pocos desiguales.

La respuesta que defiendo, el socialismo democrático, solventa esa falsa disyuntiva trabajando por un progreso hacia el equilibrio, haciendo personas más libres eliminando no las diferencias, que son enriquecedoras, sino las desigualdades, que condenan a la ausencia de libertad a una enorme cantidad de gente oprimida. 



viernes, 23 de febrero de 2018

CONTRAMEDIDAS

No soy precisamente lo que pueda llamarse un fan de las películas de submarinos -aunque el Seaview forme parte de mi imaginario-, pero no dejo de reconocer que algunas escenas siempre me han impactado. Una de las más frecuentes, con el añadido atractivo de representar momentos de enorme tensión, es aquella en que el un buque enemigo lanza torpedos que se dirigen hacia los protagonistas de forma aparentemente ineludible. Cuando todo parece perdido, llega la orden del comandante: ¡lancen contramedidas!. Y los torpedos, engañados, cambian su rumbo dirigiéndose hacia el señuelo.

Valga todo ello para otorgar el rango de Comandante de Submarino al Presidente del PP, Mariano Rajoy. Un experto en contramedidas. Que la corrupción atosiga ese partido de derechas, ¡lancen contramedidas! Y allá van, en forma de prisión permanente revisable, o de intento de modificar la enseñanza del castellano en Cataluña, o de vana polémica sobre crisis gubernamentales a cuenta del movimiento De Guindos. O se retiran unos cuadros en Arco...  Que todo lo anterior falla, saquemos a la palestra la absolutamente decisiva llamada Puigdemont (lo del intento de detención de Joaquín Reyes es una jugada maestra).

Y he aquí que  los profesionales de la información (supongo que algunos con contramedidas añadidas) y, por ende, el público en general, olvidan las escandalosas declaraciones de los "arrepentidos" de las diversas tramas de financiación ilegal (cuando menos, supuestamente) del Partido Popular, un tema ya manido, para correr en pos de esas engañifas que se han lanzado como quien tira confetis.

Y funciona el invento. Vaya que si funciona. Y nos ponemos a discutir como posesos sobre eso de mantener a alguien en prisión de por vida, obviando la finalidad constitucional de las penas de cárcel, al calor de un más que justificado deseo de venganza de quienes han sufrido pérdidas dolorosísimas, ignominiosas; o entramos en el trapo del debate sobre la enseñanza de la lengua castellana en Cataluña, generador de un ruido tal que oculta cualquier otro mensaje. Mientras en cualquier país de Europa con un estándar democrático medio, semejante escándalo (el de la corrupción), habría significado un rosario de dimisiones, comenzando por el propio Presidente, aquí nos distraemos y pasa desapercibido un asunto que debiera condicionar la propia conformación de nuestras instituciones, por algo tan elemental como la decencia.

¡Comandante Rajoy! Experto submarinista de las cloacas, especialista en contramedidas, o sea, en engaños. Y nosotros, en la inopia. Como diría cualquier pepero trasnochado, dabuten.




sábado, 3 de febrero de 2018

LA SOCIEDAD PORNOGRÁFICA

No se me asusten, tampoco se me decepcionen. No, esta entrada no va de sexo. Y no se trata de pacatería, sino de interés en este momento (no descartemos nada). ¿Qué es eso de Sociedad Pornográfica? Intento explicarme.

Hace unos días vi el capítulo piloto de una serie de televisión (Inteligencia Colectiva). Con seguridad, no pasaré de ahí. Con todo, el argumento da que pensar. Un padre dueño de empresas tecnológicas cuya joven hija es asesinada, desconfiado de la resolución del caso, con un compañero de ella entre rejas, condenado, crea una aplicación informática que permite conectar a millones de usuarios y usuarias en una red de búsqueda de pruebas sobre ese asesinato en concreto (modelo que después sería aplicable a cualquier otro caso). La tesis básica, de ahí el título, es que millones de ojos, millones de cerebros dedicados a la resolución de un enigma, tarde o temprano, lo solucionarán. Hasta ahí, uno podría decir, es una buena idea de ciencia ficción. 

Ocurre, sin embargo, que conforme avanza el argumento, comenzamos a ver imágenes que nos resultan extraordinariamente familiares. Esas personas, con sus smartphones, fotografiando, grabando, compartiendo, por millones, en todos los lugares del planeta (en unos más que en otros). Que se produce un atentado, o un accidente, o una pelea callejera, o la represión de una manifestación, pues hay centenares de cámaras cubriendo el hecho, cuando no transmitiéndolo en tiempo real.

En principio, ese acceso a la información gracias a la existencia de esos millones de terminales, atentas a cuanto ocurre a su alrededor, podría parecernos algo muy positivo. Podemos imaginar cuántos efectos beneficiosos tiene, ciertamente, la capacidad tecnológica de comunicar casi sin límites. Pero hay uno, perverso, que está causando un daño terrible. 

Veamos. No se transmite la normalidad. Eso no interesa. Se exhibe lo impactante, lo espectacular, también lo morboso. Se proyecta, así una imagen distorsionada de la realidad. Distorsión que se retroalimenta y puede llegar a convertirse en generadora de modelos. Ese es el gran riesgo de la Sociedad Pornográfica. Como en el sexo - donde la pornografía retrata una forma de practicarlo que no necesariamente tiene que ver (generalmente está muy alejado) con lo común (pongamos como ejemplo esa inexistencia de amor, de ternura, que forma parte esencial de la relación sexual) -, esa visión de la realidad humana, ese mosaico que se quiere muestrario, es en realidad una deformación. Y extraordinariamente peligrosa, añado.