No soy precisamente lo que pueda llamarse un fan de las películas de submarinos -aunque el Seaview forme parte de mi imaginario-, pero no dejo de reconocer que algunas escenas siempre me han impactado. Una de las más frecuentes, con el añadido atractivo de representar momentos de enorme tensión, es aquella en que el un buque enemigo lanza torpedos que se dirigen hacia los protagonistas de forma aparentemente ineludible. Cuando todo parece perdido, llega la orden del comandante: ¡lancen contramedidas!. Y los torpedos, engañados, cambian su rumbo dirigiéndose hacia el señuelo.
Valga todo ello para otorgar el rango de Comandante de Submarino al Presidente del PP, Mariano Rajoy. Un experto en contramedidas. Que la corrupción atosiga ese partido de derechas, ¡lancen contramedidas! Y allá van, en forma de prisión permanente revisable, o de intento de modificar la enseñanza del castellano en Cataluña, o de vana polémica sobre crisis gubernamentales a cuenta del movimiento De Guindos. O se retiran unos cuadros en Arco... Que todo lo anterior falla, saquemos a la palestra la absolutamente decisiva llamada Puigdemont (lo del intento de detención de Joaquín Reyes es una jugada maestra).
Y he aquí que los profesionales de la información (supongo que algunos con contramedidas añadidas) y, por ende, el público en general, olvidan las escandalosas declaraciones de los "arrepentidos" de las diversas tramas de financiación ilegal (cuando menos, supuestamente) del Partido Popular, un tema ya manido, para correr en pos de esas engañifas que se han lanzado como quien tira confetis.
Y funciona el invento. Vaya que si funciona. Y nos ponemos a discutir como posesos sobre eso de mantener a alguien en prisión de por vida, obviando la finalidad constitucional de las penas de cárcel, al calor de un más que justificado deseo de venganza de quienes han sufrido pérdidas dolorosísimas, ignominiosas; o entramos en el trapo del debate sobre la enseñanza de la lengua castellana en Cataluña, generador de un ruido tal que oculta cualquier otro mensaje. Mientras en cualquier país de Europa con un estándar democrático medio, semejante escándalo (el de la corrupción), habría significado un rosario de dimisiones, comenzando por el propio Presidente, aquí nos distraemos y pasa desapercibido un asunto que debiera condicionar la propia conformación de nuestras instituciones, por algo tan elemental como la decencia.
¡Comandante Rajoy! Experto submarinista de las cloacas, especialista en contramedidas, o sea, en engaños. Y nosotros, en la inopia. Como diría cualquier pepero trasnochado, dabuten.
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