El Partido Popular, como siempre bien entrenado para lanzar mensajes como cortinas de humo, se empeña en dos reiterados para quitar el foco de la descomposición que le caracteriza. El primero, es nombrar, como coletilla permanente a Andalucía. El segundo, que la corrupción es algo que afecta a todos los partidos.
Supongo que la procesión va por dentro, que en la dirección del Partido a nivel nacional el ¡ay! es permanente y que cada vez que sale a la luz un nuevo caso los estómagos se encojen. No aspiro a que ello sea debido a una repulsa sentida de ese saqueo de lo público, más bien infiero que lo que se sopesa es el efecto sobre la ciudadanía y, ahora, sobre el posible aliado en la búsqueda de un mantener en el poder ese hedor que el PP desprende.
Albert Rivera tiene un grave problema. Querer, quiere, pero poder no debe. Si una de las premisas en que se asienta su Ciudadanos es la de la limpieza con que llega, difícilmente puede meterse de lleno en ese estercolero que hoy por hoy caracteriza al Partido Popular.
En ese escenario, aún me parece más sorprendente (y digo más porque de raíz ya lo era) que haya sectores del propio PSOE que sigan abogando por una "gran coalición". No es un problema de quién encabeza al PP en ese pretendido proyecto compartido (Rajoy está listo de papeles), la derecha española viene, desde hace mucho tiempo recorriendo un camino que nos coloca, no ya en otra orilla (entre las cuales siempre cabría tender puentes), sino directamente enfrente. Más que por la corrupción (por muchas náuseas que nos produzca), por el destrozo de derechos y libertades que ha acometido hasta conseguir niveles de desigualdad aberrantes. Por mucho que quisiera alguien taparse la nariz, no solo es que hieda, es que el hedor demuestra que está`podrido.