Aquello que nació como respuesta a una movilización ciudadana que, desde la indignación por la pérdida de derechos, de libertades, del Estado del Bienestar en definitiva, reclamaba una nueva forma de hacer política dio como resultado diversas formas de organización político social. Una de ellas, representada por una (¿)"intelligentsia"(?) de origen universitario generó Podemos. Con una importante presencia televisiva -no justificada por su peso real en los inicios- promovida, fomentada, logró un respaldo electoral -europeas del 2014- sin precedentes en este país para una formación política neonata. Lo hizo, además, con un culto al líder (recuérdese que la papeleta de voto llevaba por logo la foto de Iglesias Turrión) propio del maoísmo clásico.
No ha sido flor de un día. Los diferentes procesos electorales posteriores lo han demostrado. Hasta llegar a las generales de 2015, en las que, pese a que ya no resultara sorprendente, obtuvieron un respaldo impensable solo unos meses atrás.
El análisis de las razones de ese nacimiento, crecimiento y auge escapan con creces las modestas pretensiones de este blog.
Otra cosa ha sido la gestión de esos resultados. En efecto, la exposición a la luz en el ámbito institucional (en algún caso, sobre exposición) ha tenido consecuencias. Una de ellas, la demostración de incapacidades (como en cualquier otra organización) en la gestión, acrecentada en ocasiones por la falta de experiencia de los participantes. La otra, el carácter camaleónico de un (ahora ya sí) partido que carece de una solida base ideológica concreta.
Como muestra, y con relación a la última de las convocatorias de elecciones, el comportamiento de los líderes posterior a unos resultados ciertamente complicados para la conformación de mayorías ha sido decepcionante. Ello ha supuesto, de inmediato, el reflejo en los análisis demoscópicos de un descenso en el apoyo de la ciudadanía a Podemos y a su líder. Descenso que le alejaba de su ansiado papel de principal referente contra la derecha en este país.
Para intentar resolver esta pérdida de respaldo, los líderes de Podemos (las bases ya solo refrendan) han dibujado una doble operación. El primer eje, la alianza con Izquierda Unida (otro ejemplo de veleidad) para intentar recibir una transfusión frente a la hemorragia. El segundo, muy en la línea de la formación, el diseño de una campaña mediática que simule un éxito prácticamente asegurado (ilusión) y ataque al tiempo al principal enemigo, el PSOE (juntos frente al otro).
Como la intriga politiquera es inherente a la (¿)"intelligentsia"(?) podemita, este ataque al Socialismo incluye tácticas de desprestigio al tiempo que "abrazos de oso" y otras formas de intriga.
Ya veremos el resultado. Lo que para mí es incontestable en estos momentos y visto el panorama es que el Partido Socialista representa la opción clara, seria y fiable frente al Partido Popular (un partido que el por el bien de nuestro país debe abandonar de inmediato el gobierno). De hecho, hasta el propio Podemos (su cúpula, entiéndaseme siempre) lo reconoce. Por eso, "tiende la mano al PSOE", incluso le ofrece listas conjuntas al Senado. Saben que solo desde la opción socialista hay posibilidad de articular el gobierno que necesitamos.
No ha sido flor de un día. Los diferentes procesos electorales posteriores lo han demostrado. Hasta llegar a las generales de 2015, en las que, pese a que ya no resultara sorprendente, obtuvieron un respaldo impensable solo unos meses atrás.
El análisis de las razones de ese nacimiento, crecimiento y auge escapan con creces las modestas pretensiones de este blog.
Otra cosa ha sido la gestión de esos resultados. En efecto, la exposición a la luz en el ámbito institucional (en algún caso, sobre exposición) ha tenido consecuencias. Una de ellas, la demostración de incapacidades (como en cualquier otra organización) en la gestión, acrecentada en ocasiones por la falta de experiencia de los participantes. La otra, el carácter camaleónico de un (ahora ya sí) partido que carece de una solida base ideológica concreta.
Como muestra, y con relación a la última de las convocatorias de elecciones, el comportamiento de los líderes posterior a unos resultados ciertamente complicados para la conformación de mayorías ha sido decepcionante. Ello ha supuesto, de inmediato, el reflejo en los análisis demoscópicos de un descenso en el apoyo de la ciudadanía a Podemos y a su líder. Descenso que le alejaba de su ansiado papel de principal referente contra la derecha en este país.
Para intentar resolver esta pérdida de respaldo, los líderes de Podemos (las bases ya solo refrendan) han dibujado una doble operación. El primer eje, la alianza con Izquierda Unida (otro ejemplo de veleidad) para intentar recibir una transfusión frente a la hemorragia. El segundo, muy en la línea de la formación, el diseño de una campaña mediática que simule un éxito prácticamente asegurado (ilusión) y ataque al tiempo al principal enemigo, el PSOE (juntos frente al otro).
Como la intriga politiquera es inherente a la (¿)"intelligentsia"(?) podemita, este ataque al Socialismo incluye tácticas de desprestigio al tiempo que "abrazos de oso" y otras formas de intriga.
Ya veremos el resultado. Lo que para mí es incontestable en estos momentos y visto el panorama es que el Partido Socialista representa la opción clara, seria y fiable frente al Partido Popular (un partido que el por el bien de nuestro país debe abandonar de inmediato el gobierno). De hecho, hasta el propio Podemos (su cúpula, entiéndaseme siempre) lo reconoce. Por eso, "tiende la mano al PSOE", incluso le ofrece listas conjuntas al Senado. Saben que solo desde la opción socialista hay posibilidad de articular el gobierno que necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario