martes, 11 de octubre de 2016

EL VALOR DEL NO

Andan estos días proliferando los análisis con enfoque sicológico, sociológico, incluso con el más socorrido "político", explicando las ventajas de la abstención en una hipotética sesión de investidura de Mariano Rajoy frente al no. 

Hay quien argumenta sobre la negatividad (perdónenme la reiteración) de ese no. Dado que no aporta, solo rechaza, pareciera significar una especie de obstinación sin propuesta real de futuro. Gran falacia. Un no es siempre un sí a lo opuesto. No a la corrupción, es un sí a la honestidad, la honradez y el respeto escrupuloso a la legalidad. No al recorte de derechos y libertades, es un sí a la educación, la sanidad, la dependencia, un sí a la dignidad de una sociedad a la que se le hurtan logros históricos desde la traicionera lógica de los mercados (ustedes ya me entienden). No a la desigualdad creciente, es un sí a la justicia social, al reparto adecuado de la riqueza para que nadie quede atrás porque alguno quiera estar muy por delante. Es un sí a un compromiso ético básico. ¿Cómo va a pasar necesidades una persona en tanto otra nada en la abundancia más absoluta? No a la utilización partidista de los instrumentos públicos (desde la televisión, a la justicia, pasando por todo el aparato de seguridad y control del Estado), es un sí a la política limpia, transparente, a la democracia en definitiva. Así que no me cuenten más ese cuento. Un solo ejemplo, una de las movilizaciones sociales más potentes que ha vivido este país se basaba en un no: NO a la guerra. ¿Recuerdan? En realidad era un SI a la paz.

Otros prefieren centrarse en la importancia de tener gobierno como elemento de interés nacional. Y a esa condición apelan. Hablan de responsabilidad. Pero basta entonces girar la mirada, dirigirla estos días hacia la Audiencia Nacional y, por si no fueran suficientes todos los síes encerrados en el No al PP, percatarse de que esa hedionda podredumbre no puede ser base y sostén de un gobierno que responda al interés colectivo. Lo verdaderamente responsable (¡Ay! Cuántos errores en el camino) es llevar a ese partido carcomido por la corrupción a la oposición. Cualquier alternativa de mínimos, aceptable para todos, sería mejor que aquella gangrena.

Un tercer frente arguye cuestiones tácticas para defender la investidura de Rajoy. Eso daría tiempo para que el PSOE, muy afectado por los recientes acontecimientos -seamos políticamente correctos-, pueda, mediante una oposición fuerte, rearmarse y recuperar su prestigio, el apoyo mayoritario de la sociedad y su condición de partido esencial para nuestro sistema. Pero, ¿Y si el resultado fuese justamente lo contrario? Si se percibiera al PSOE como cómplice del PP y el falso eslogan que pretendía que ambas formaciones representaban lo mismo se reforzara. ¿No quedaría entonces el Partido Socialista marcado por mucho tiempo y sin capacidad real (pero si usted me hizo presidente del gobierno) para encabezar la oposición en tiempos que se barruntan difíciles (la Comisión Europea avisa una y otra vez)? ¿No sería más acertado, desde esta misma óptica táctica, mantener la posición, con ello al menos la coherencia, y desde este pilar esencial de la acción política recuperar el respaldo mayoritario? Igual la ética responsable tarda más tiempo en dar fruto, pero estará libre de gusanos.

En cualquier caso, abierto al contraste de ideas. Huyamos de dos errores esenciales. El primero, sustituir razones por descalificaciones cuando no insultos. El segundo, plantearse abandonar la organización porque en un momento determinado, una opción concreta tome una decisión desde nuestro punto de vista errónea. Antes al contrario, eso no invalida la extraordinaria importancia de la alternativa socialista para la mejora colectiva desde principios esenciales de justicia social. A lo sumo, significará que hay que reforzar una alternativa interna para reconducir la errática trayectoria en que nos encontramos. Siempre desde el diálogo, el contraste de ideas, la participación y la democracia. Como debe hacerse, convenciendo a una mayoría y tomando de esa manera el timón hacia una ruta clara, coherente, sólida y -lo repito otra vez- justa. De momento, vale.



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