Escribe hoy en el Pais Juan Claudio de Ramón, que firma como ensayista, un artículo titulado "El PSOE y su desgarro" -http://elpais.com/elpais/2016/10/18/opinion/1476786933_919168.html-. Empieza con una afirmación totalmente errónea (no tengo datos para llamarla falsa). Dice el ensayista que "Si el PSOE se ha desgarrado es por su porfiada negativa a permitir un gobierno de centro-derecha en minoría". Cabría contestarle como lo hace Igor (Aigor) en "El jovencito Frankestein": ¿qué desgarro? Lo cierto, en cualquier caso, es que esto es más serio. No pretendo aquí defender el no a la investidura. Ya he dado repetidamente mi opinión -que he procurado argumentada- en distintas ocasiones. No, aquí de lo que se trata es de decir que, en ese empeño por justificar (argumentalmente) la abstención ante una investidura de Rajoy, hay -como es el caso del ensayista- quien se pasa de frenada.
Basta echar un vistazo a la hemeroteca para comprobar que esas divisiones en el PSOE, esas discrepancias, esas disidencias, esas guerras más o menos larvadas, tienen largo recorrido en el relato de la realidad política de nuestro país. Vincular, por tanto su origen a la controversia en torno al sentido del voto en la investidura ya mencionada, no tiene ningún fundamento. No es más que un forzado intento de voluntarismo discursivo.
La tres razones que alega a continuación no pasan de ser meros asertos, que al no contar con evidencias probatorias pierden ese carácter de razón para convertirse en elucubraciones.
La primera infiere de un rechazo a lo que el llama "un pacto con el PP" (del que nadie ha hablado), una oposición a "cualquier pacto posible". Es tan evidente la falta de base para tal afirmación que no merecería detenerse un minuto en ella. Apuntamos, sin embargo, como muestra, ¿no llevó a cabo un acuerdo el PSOE con Ciudadanos? ¿No lo refrendó la mayoría de la militancia?
La segunda "razón" se centra en lo que el llama "un liderazgo incapaz" de "a través de su discurso", hacer "ver a sus votantes la realidad de otro modo". Viene a decir que se necesitaría un prestigitador de la palabra para cambiar el color del cristal con que se mira. Ese es, parece, a su juicio, el concepto de liderazgo fuerte. Para eso, ya está la demagogia (y los demagogos).
Por último, termina culpando al PSOE de haber hecho del PP una especie de abominación con la que, por esa misma imagen creada, es imposible pactar. Aquí ya rayamos lo que podría calificarse de manipulación evidente. No desglosaré la larga lista de decisiones y de actuaciones que el Partido Popular ha llevado a cabo en los últimos años y que le han llevado a una soledad inédita en democracia, solo aliviada por su alter ego con imagen moderna que es Ciudadanos. No, estimado ensayista, no es consecuencia de la oposición justificada del PSOE a las políticas promovidas por la derecha en este país, que el PP sea mala compañía, tóxica me atrevería a decir. Es su propia acción, culminada con el desprecio al resto de formaciones en tanto tuvo mayoría absoluta. Fue el propio PP quien sembró lo que ahora recoge. Y créame, le echó mucho abono natural.
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