lunes, 1 de febrero de 2016

¿DE VERDAD EL GRAN VALOR ES LA UNANIMIDAD?

Entre las muchas contradicciones que se vuelcan día a día en esta especie de gazpacho que conforman hoy la opinión publicada, una me ha llamado reiteradamente la atención. Por un lado, parece de respaldo común la afirmación sobre la necesidad (o la conveniencia, si se prefiere) de democratizar las estructuras de los partidos políticos, pero por otra, no menos generalmente compartida, se considera anatema cualquier resquicio de división interna. ¿Existe la fórmula que aúne anhelo y confianza? Hasta ahora, los debates internos, las votaciones, los acuerdos y el respaldo compartido y proyectado al exterior podían considerarse un camino. Hoy ya no, hoy, cuando con cualquier dispositivo se pueden grabar esos foros no públicos e incluso transmitirlos en tiempo real, las diferencias se muestran desnudas si se produce el debate. 

Si ello supone una disyuntiva, siempre me parecerá mejor mostrar tal cual la controversia, enmarcada en su sitio y su momento, que acallar la discordancia en aras de un valor de homogeneidad que oscila siempre entre la muerte organizativa o el autoritarismo (seamos suaves para no herir a nadie).

La imagen de una derecha escondida, silente, que solo se expresa para señalar la supuesta responsabilidad del otro en tanto se obvia la propia (mucho mayor, obviamente), no hace sino ahondar en el convencimiento de que no puede formar parte de la solución a los problemas urgentes de nuestra sociedad. 

La voz única, no debatida, que se lanza desde la supuesta otra orilla, constituye la otra cara de la moneda. Renuncia a esa teórica bandera de la participación total, permanente, para armar una alternativa de ocupación de espacios de poder, que constituye ahora mismo su único objetivo. A costa de su propia coherencia. Allá ellos.

Los debates del Comité Federal del PSOE, reproducidos por diversos medios de comunicación a partir de grabaciones internas, constituyen una muestra de la disparidad (o sea, de la riqueza) de opiniones que muchos se han aprestado a criticar como desunión que impide considerar a la organización como alternativa de gobierno fiable. Razonamiento extraordinariamente peligroso como la historia demuestra. Lo importante es si el partido socialista, luego de confrontar argumentos mediante el discurso, ofrece una solución seria y homogénea a los problemas que acucian a la ciudadanía. Si eso es así, estaremos en el camino correcto. 






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