El Acuerdo alcanzado por el PSOE con Ciudadanos (que debe incluir a las Ciudadanas) tiene, de mantenerse la aritmética de apoyos actual, poco recorrido práctico, más allá de preparar un escenario de repetición de las elecciones. En ese supuesto, unos aparecerían como activos a la hora de buscar puntos de encuentros, otros como obstáculo a esos mismos acuerdos (y no nos sorprendamos, llevan bombardeando cualquier posibilidad desde el primer día -¡memoria!, ¡Hagan memoria!-). Hemos de entender que se espera que la ciudadanía respalde con su voto a las formaciones que proponen frente a las que más bien niegan.
Podría ser una táctica aceptable, si no fuera porque hay algunos problemas:
Este país no puede permitirse más tiempo de impasse con un gobierno provisional basado en un partido político que no va a repetir mandato, con un Presidente en funciones manchado de fango hasta las cejas como buena parte de su propia organización.
El resultado de una hipotética nueva elección sería con toda probabilidad muy parecido al actual con ligeras variaciones. Gestionar ese panorama con un precedente de fracaso sería muy complejo y por el camino nos habríamos dejado, a buen seguro, algunos jirones.
Lo responsable es atenerse (y esto va por todos) a los resultados electorales, por muy complejos que sean -que lo son-, y arbitrar soluciones numéricamente viables a partir de acuerdos de mínimos en los que, sin duda, todos los partidos políticos que los suscriban dejarán de incluir propuestas propias y, al tiempo, asumirán otras que les son ajenas. Pero -y eso debe tenerse en cuenta desde el principio-, ESTO ES LO QUE HAY.
Añado, eso sí, a modo de apunte personal, que, al menos en las Comunidades Autónomas más complejas, por su tamaño y población, las Diputaciones Provinciales son imprescindibles (o mejor, las funciones y servicios asociados son imprescindibles, en especial para los pueblos pequeños). Modernizarlas, sí. Suprimirlas, a menos que se explique muy bien cómo se prestarían los servicios que hoy dan, de entrada, no.