Nos hemos centrado
tanto en el paro registrado, esperando mes a mes su índice para comprobar los
efectos, y por tanto la virulencia, de la llamada crisis, que ha pasado
desapercibida una consecuencia al menos tan grave como aquel, pero con mayor
grado de incidencia en la posible recuperación (alguien tendrá que definir en
qué va a consistir esta): el nivel de ocupación. En efecto, hemos fijado más la
mirada en el numero de personas que se inscribían como demandantes de empleo, o
se declaraban como tales en las encuestas de población activa, que en cuántas
trabajaban cotizando a la seguridad social, en cualquiera de sus regímenes.
Veamos: si fijamos como
comienzo de la crisis el año 2008, veremos que en nuestro país podemos
considerar el cambio de tendencia a partir de julio, cuando comienza una larga
caída del número de personas empleadas, desde las 19.358.953 alcanzadas.
La salida de Zapatero
del Gobierno, tras las elecciones de noviembre de 2011, deja, a final del mes
de noviembre 17.248.530 personas empleadas. Durante esos tres años y medio de
periodo álgido de crisis, con una destrucción galopante del empleo en el sector
inmobiliario, han dejado de cotizar 2.110.423 personas. Una sangría importante.
La fragilidad del sector de la construcción produce un efecto demoledor.
La llegada al poder del
PP, refrendado por una amplia mayoría, se produce como resultado de
una percepción social de la derecha y sus mensajes, como auténtica solución a
los problemas económicos. De hecho, buena parte de la campaña electoral se
centra en promesas de recuperación cuasi inmediata porque el PP de Rajoy va a
dar confianza y esa confianza traerá por si sola la mejora económica
generalizada.
En enero de 2014,
tras veintiséis meses de gobierno del PP, el número de personas
ocupadas ha descendido a 16.173.160. Es decir, 1.045.370 han perdido su trabajo
en este tiempo. Ello a pesar de que lo más duro, el embate del bienio 2008/2009
había pasado ya. De hecho, entre 2010 y 2011, en dos años,
el número de personas que perdieron su empleo fue de 316.089,
prácticamente una cuarta parte de lo que se pierde después con el gobierno de
Rajoy.
Así, las cifras nos
permiten concluir que en 2011, con un enero en que 17.361838 estaban ocupadas y
un diciembre en que permanecían en esa situación 17.229.921, con una
disminución en todo el año de 131.917 personas cotizantes, la sangría se había
detenido.
La llegada al poder a
finales de 2011 del PP de Rajoy, ha supuesto una reactivación de la destrucción
de empleo cuyas raíces no se encuentran ya en la llamada crisis
económica, sino en el aprovechamiento de la negativa coyuntura como excusa
para eliminar derechos laborales, facilitar el despido y enviar un claro
mensaje social con ribetes de opresión y miedo. Contratos basura, contratos a
tiempo muy parcial, dedicación en función de las necesidades de la empresa,
eliminación de convenios colectivos sustituidos por acuerdos individuales...
Ahora dicen somos más competitivos de cara al exterior, exportamos más... pero
eso da para otro capítulo.
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