Si se sintiera fuerte, si pensara que los va a ganar, no digo seis, sesenta y seis debates con el presidente del gobierno, con Pedro Sánchez, habría aceptado el candidato Feijóo. Pero no, uno y ya te vale. La dialéctica en el Senado, el atril desde el que supuestamente iba a confrontar ideas con el presidente (y a derrotarle en ese campo, ¡qué duda cabe!), no le ha ido muy bien. Al dirigente del Partido Popular, al líder de la derecha española, bajar a la arena de los datos y de la realidad no le favorece. Él se mueve mejor en el terreno de los titulares (y si son falsos, pero que muy falsos, mejor): afirmar que la economía española poco menos que está hundida, o que eliminará el ministerio de Igualdad, o que Sánchez es un presidente ilegítimo... como tantas otras barbaridades, le aleja de la necesidad de criticar (si pudiera) las cifras récord de empleo en España, la subida por ley de las pensiones según el IPC, el incremento del salario mínimo hasta niveles nunca conocidos, la paz social, la paz social que (pese al ruido, pese a los mensajes descalificadores e insultantes de la derecha) caracteriza a este país y es bien valorada en el conjunto de la Unión, no quepa duda, el prestigio recuperado de España a nivel internacional, la clara mejora de las relaciones con Iberoamérica.
El periodo de gobierno bajo presidencia de Pedro Sánchez y en coalición con una fuerza sin experiencia previa en la gestión gubernamental ha incluido dos de las mayores crisis exógenas en mucho tiempo. La pandemia del COVID y los efectos de la invasión rusa de Ucrania y la guerra posterior. Suficiente para zarandear a cualquier país. Pues bien, España ha salido de esas aguas turbulentas con solvencia, sosteniendo el armazón esencial en los momentos cruciales y recuperando después la dinámica de crecimiento. La zona euro está en recesión, España no, España crece.
Si eso se explica una y otra vez, si a cada insulto, a cada afirmación falsa se responde con un dato demoledor, el castillo de naipes (bien montado, no lo niego, pero castillo de naipes al fin) urdido por la derecha retrógrada española no aguanta. Por eso, Feijóo no quiere debates, porque serían poderosos vientos para sus amañadas cartas. Por eso tacha de ocurrencia la idea de celebrar no uno, seis. Por eso afirma que España no está para "espectáculos". Mientras él sigue, cada día con un nuevo truco de prestidigitador barato: nada por aquí, nada por allá, pues me lo invento. Ojalá siempre, antes de cada proceso electoral, pudiéramos asistir a varios debates clarificadores. Eso contribuiría a que el voto fuera expresión de una ciudadanía bien informada y, por encima de todo, libre (que buen trabajo nos costó llegar aquí como para que ahora vengan unos salvapatrias de pacotilla a querer pintarlo todo otra vez de blanco y negro).
No hay comentarios:
Publicar un comentario