sábado, 11 de febrero de 2017

SER DIFERENTES, SER MEJORES

Andan estos días de Congreso el Partido Popular y el Partido Podemos. En apariencia, dos extremos alejados en lo ideológico, lo programático, lo visual y lo fáctico. Y no seré yo quien discuta que tales diferencias, en efecto, existan. Es evidente, no son lo mismo. Aunque sí tienen cosas en común. Para empezar, ambas son formaciones políticas, es decir un conglomerado de personas que, con base en unos fundamentos compartidos, se alían para llevarlos a la práctica mediante el control de las instituciones, logrado por procedimientos democráticos (en principio). 

En cierta forma, relacionado con lo anterior, ambas son organizaciones en las que se produce un proceso interno para la consecución del poder orgánico. Esta dialéctica intramuros siempre se sustenta sobre varios factores diferenciadores. Uno de ellos son las propias personas que aspiran a la dirección.

Pero más allá de ese debate, lo realmente importante, lo decisivo, de cara a qué propuestas concretas representan, qué harían si consiguieran el poder institucional, que consecuencias previsibles tendrían la aplicación en la realidad de esas propuestas inicialmente teóricas, es la confrontación de ideas y proyectos, las argumentaciones que se produzcan sobre ellos y los consensos finales alcanzados. Siendo como digo lo importante (y eso, además, lo dicen todos. Los propios protagonistas los primeros), los focos no están ahí. La luz se proyecta sobre esa especie de pugilato, unas veces bajo modalidad de lucha oriental (apenas, en ocasiones, un baile aparentemente), otras más semejantes a un combate de sumo. En cualquier caso, pelea de gallos que ha de conducir a victorias premiadas con la relevancia pública o a derrotas sinónimo, en la mayoría de ocasiones, de ostracismo cuando no de destierro.

Creo sinceramente que todo ello es indecente. Sin caer en la ingenuidad de pensar que en cualquier colectivo humano no se produce esa disputa por los liderazgos, aborrezco de que tales enfrentamientos olviden lo esencial, por qué se pelea, para centrarse, casi exclusivamente, en los egoísmos personales que se convierten en los auténticos motores de las maquinarias de guerra. Y entiendo, y defiendo con vehemencia, que eso no tiene porqué ser así, es más, que no debe ser así.

¿Cuál es la alternativa?, me preguntarán. Fácil de describir, difícil de aplicar, la vía correcta pasa por confrontar los proyectos, su viabilidad, sus previsibles consecuencias, desde el discurso dialéctico, o sea, argumentado, de quienes los representan, para que consensuado el camino colectivo, el liderazgo sea consecuencia de una elección coherente.

Viendo lo que sucede en el PP y en el otro PP (Partido Podemos), donde la principal atracción la constituyen cuestiones tales como si Cospedal será (a esta hora ya sí) Secretaria General de la formación política de derechas (que tiene tomate la cosa), o si en Vistayanotanalegre el vencedor de la contienda será Errejón o Iglesias. No es ese el paisaje que debiéramos mimetizar los socialistas.

Seamos diferentes, seamos mejores, contrastemos, debatamos, acordemos, sin que la cuestión fundamental sea quién, sino para qué y de qué manera. Y en el camino, respetemos a todos y todas quienes puedan aspirar a dirigir, es de desear que con democrática vocación de servicio, un instrumento de la sociedad tan valioso como el Partido Socialista. Estamos a tiempo.



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