Quienes quieran dar el paso de presentarse ante la militancia del Partido Socialista y afirmar su compromiso para liderar la organización, desde el compromiso ideológico, y con un programa contrato por delante, deben ser objeto de respeto y agradecimiento. Esa es la piedra angular de un proceso democrático interno que reivindicamos como herramienta para hacernos mejores en la defensa de nuestros principios y las consecuentes coyunturales estrategias.
Desde mi punto de vista, ese respeto pasa ineludiblemente por la crítica constructiva. Es inherente al proceso señalar qué planteamientos, desde un análisis riguroso y honesto, entendemos como adecuados y cuáles no consideramos ajustados a los propósitos compartidos. Eso también debe ser aceptado y agradecido.
Hay, con todo, consideraciones previas que constituirían, desde mi punto de vista, un auténtico Rubicón para determinar la conveniencia de según qué proyectos en determinadas circunstancias. Una de ellas, tal vez para mí la más importante, es la capacidad, ya reivindicada en otras ocasiones en este mismo espacio, de unir y no enfrentar.
Observo, no sin cierta preocupación, que en este tiempo, alternativas que generan enfrentamientos desde auténticas trincheras triunfan a base de generar fugaces entusiasmos. Creo que no hace falta poner ejemplos.
En eso también tenemos que ser distintos, y mejores. La militancia del Partido Socialista sabe que para alcanzar nuestros objetivos, el empujar juntos es imprescindible. La pelea por delante es dura y difícil. Los contrarios disfrutan de sólido armamento y han demostrado falta de escrúpulos para utilizarlo. Así que haremos bien en unir fuerzas e identificar con claridad a quienes intentan impedir, de la forma descrita, que los principios socialistas triunfen.
Por eso entiendo como básico calibrar la capacidad de cada candidatura para huir de generar frentes mediante el mensaje y los hechos. Y considero a descartar cualquier opción que se presente como la representación del todo, como la esencia pura, abriendo grietas, a cada lado de las cuales se sitúa a propios o extraños, sin entender, por tanto sin asumir, que quienes militan en el Partido Socialista comparten un mismo anhelo nuclear común y son, por tanto, compañeras y compañeros. Esos proyectos de liderazgo no me parecen adecuados, siempre desde el respeto y de forma argumentada. A partir de ahí, me tocará actuar en consecuencia.