Puede que el Sr. Trump sea, como persona un auténtico imbécil. Desde luego, por sus gestos, por sus palabras, lo parece. No es la cuestión fundamental. Si es presidente de los Estados Unidos no es por casualidad. Trump no es Chance Gardener. Su llegada a la Casa Blanca ha requerido el apoyo de mucha gente importante. Considerado como colectivo, quienes le respaldaron, no forman un cerebro estúpido. Ni mucho menos. De esta manera, hay que considerar sus acciones como parte de un plan concreto que responde a unos intereses determinados. Reírse de él, caer en la burla fácil, adjudicar todo lo que hace a una especie de comedia es ignorar la trascendencia de eso que hace y de lo que representa. Contra una acción sistemática elitista, con tintes casi fascistas en las medidas, que no en la escena, corresponde una defensa a ultranza de los valores éticos representados en su esencia por los derechos humanos.
Es verdad que el proceso de banalización del pensamiento humano que se ha venido desarrollando en las últimas décadas comienza a dar su fruto. Hoy parece, espero que solo lo parezca, que no hay alternativa posible. Si hay quien desde una posición de autoridad (basada en cualquiera de los pilares que pueden sostenerla) está trabajando en construirla e implementarla, desde la humilde posición de este observador, no se nota.
Así que nos están conduciendo. Diré frente a ello, lo que un admirado amigo mío: Ustedes, rierse, rierse.
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