domingo, 27 de noviembre de 2016

REFLEXIONES PRECONGRESUALES III: SIGUE SIENDO LA ECONOMÍA, SIN INSULTOS

Claro que sigue siendo la economía. Puede que el presidente Clinton se refieriese a aquello que interesa en unas elecciones a la presidencia de EEUU, pero no es nuestro caso. La economía determina la inmensa mayoría de los factores colectivos de una sociedad. Ha de ser, por tanto, pieza esencial en cualquier propuesta política. Máxime en momentos como este, de fuerte convulsión no exenta, por ello mismo, de una cierta desorientación, especialmente patente en lo que genéricamente denominamos izquierda.

Es evidente que en el tradicional sistema de producción/extracción de materia prima, transformación. comercio/distribución y consumo, con todas sus escalas, definido por el capitalismo, el equilibrio entre salarios y capacidad consumidora por una parte e incremento de la productividad y beneficios, por otra, ha venido construyendo esto que entendemos como democracia occidental. Con pacto tácito o expreso, los diferentes intereses han cedido (unos más que otros) para hacer posible una "paz social" en el que la percepción de una mejora constante, personal y generacional, del nivel de vida actuaba como cohesionador.

Sin embargo, debemos preguntarnos, ¿qué esta pasando?, ¿qué está resquebrajando ese status quo? Una imagen para, simplificando, plasmar una de las dos patas en que se fundamenta la nueva situación:


En efecto, las nuevas tecnologías sustituyen mano de obra por sofisticados aparatos capaces no solo de hacer, sino de controlar procesos mediante la adecuada programación. Se pierden puestos de trabajo y se gana en productividad. Y eso tiene consecuencias a la larga muy negativas para el conjunto del sistema, aunque, en un primer momento, los beneficios de las empresas pudiera aumentar de manera clara.

Para la otra pata, otra imagen:


La especulación financiera, que proporciona beneficios sin que haya una producción concreta, sino por el mero movimiento (global, electrónico) del dinero, ha atraído hacia sí una parte importante de capital circulante, que tiende a concentrarse cada vez en menos manos.

La pérdida de carga global de trabajo desempeñado por personas, la salida del circuito económico "clásico" productivo de una parte importante del dinero, está produciendo desempleo, subempleo, incremento de la explotación y mayor desigualdad, entre otras consecuencias.

¿Es esta situación inamovible? ¿Existen alternativas? ¿La paradoja de que la derecha, que ha producido esta espiral crítica, aparezca ahora como la mejor opción para solucionar los problemas que ella misma ha creado es combatible? 

Crisis anteriores desembocaron en conflictos bélicos generalizados. Hubo un primer momento de fuerte proteccionismo, de rebrote nacionalista y, a partir de ello, una escalada con los resultados ya sabidos. Y aunque no parezca que eso sea hoy posible, hay señales más que alarmantes que deben, más allá de un simple ponernos en guardia, obligarnos a tomar decisiones coordinadas entre todas aquellas y todos aquellos que ansiamos otro escenario para la humanidad.

Partiendo de un necesario (imprescindible) acuerdo por la sostenibilidad del planeta, tenemos suficientes recursos para eliminar las carencias elementales que hoy sufren miles de millones de personas, la tecnología, la productividad (insisto, necesariamente, calculadamente sostenible) inherente, permitiría una modificación del mapa laboral que requiriera una menor presencia en los sectores extractivos o productivos y, por contra, un incremento en todos los relacionados con los "servicios", en un concepto muy ampliado de los mismos.

Para que tal cosa sea posible, el flujo de renta debe necesariamente modificarse. Con acciones regulatorias internacionales, con medidas fiscales, con políticas justas. Ser capaces de eliminar carencias esenciales, lograr una mejora constante en los niveles de vida (por tanto de consumo y de servicios) de la población más humilde, modificar el hábito consumista y el egoísmo inherente a quienes habitan en los países más avanzados, hacer poco atractiva la especulación financiera, por poco rentable, por fuertemente fiscalizada, reforzar el papel de la iniciativa pública, o sea colectiva, contrarrestar la corriente disgregadora optando por el refuerzo y empoderamiento de las estructuras políticas internacionales... Tareas ímprobas todas ellas que pasan, necesariamente, por la consecución del poder político y la coordinación supranacional. De momento, no vamos por buen camino. 



jueves, 10 de noviembre de 2016

. REFLEXIONES PRECONGRESUALES II: SIEMPRE, EDUCACIÓN.

Las personas votan a quienes entienden que defenderán mejor sus intereses. Ergo, si una formación política pretende (casi todas) obtener un respaldo masivo tiene diferentes caminos para intentar conseguirlo. Hay, por así decirlo, una vía rápida. Aquella que pasa por adaptar el discurso a lo que se demanda mayoritariamente (sí, es difícil en ocasiones dar en la tecla) y plantear medidas de respuesta a esas expectativas colectivas. Ocurre, además, que ahora parece no importar que tales propuestas sean realizables o mera quimera. Aquella banalidad, uno de cuyos aspectos nucleares es la ausencia de memoria mediata, permitirá que el incumplimiento posterior, enmascarado con un nuevo discurso, no sea percibido como lo que es: un fraude contractual invalidante. 

Hay, como es lógico, un gradiente de matices desde el populismo demagógico más cínico hasta posiciones que aún manteniendo la esencia de su corpus ideológico, utilizan la imagen equívoca, que sugiere sin comprometer, un tanto ambigua, si se quiere. No todos engañan en todo, hay quienes solo disimulan la parte más complicada.

Sin embargo, la auténtica estrategia ganadora es aquella que en un trabajo multifocal, coordinado y planificado, impulsa en el medio y largo plazo un cambio social que se traduzca en la primacia de los propios principios o de las propias convicciones, también de los propios intereses, en el más amplio arco social posible. De esta manera, sin necesidad de populismo, sin engaño, sin disfraz, aquello que se compromete es realmente lo que se defiende en el seno del grupo o de los grupos que conforman la organización política concreta, al fin y al cabo se habrá logrado que esos sean los intereses mayoritarios, las ideas más extendidas y aceptadas.

Por supuesto que cabe combinar ambas estrategias. Es lo que ha hecho el capitalismo financiero en los últimos años. Y comienza a recoger sus frutos. Es cierto, se dirá, que lo han tenido fácil. Dominan con sus recursos los diferentes medios de comunicación (internet, por supuesto. ¡Qué falacia pensar que es un espacio de libertad!) y han podido sembrar factores que les acaban favoreciendo. La banalidad, el egoísmo, el miedo...

La izquierda lo ha tenido y lo tiene más difícil. Ocurre que lo peor, con todo, es la falta de voluntad, de ambición, para convertir esa vía en la prioritaria. Ante las dificultades, la fortaleza de los contrarios, pareciera en ocasiones que se hubiera arrojado la toalla. También estamos recogiendo los frutos de eso. 

No vale con decir que la educación es una prioridad, por mucho que se tomen medidas de maquillaje que intente aparentar que es cierto. O se hace una apuesta clara y decidida, una apuesta sin complejos, que entienda que las críticas desde las posiciones conservadoras, o directamente reaccionarias, no pueden condicionar la acción transformadora que debe ser impulsada como el primer objetivo, o seguiremos instalados en la derrota de los valores, la más importante, aquella que debe concentrar la mayor parte de las energías. 

Debe acabarse con la titularidad religiosa  de centros financiados con fondos públicos. O se opta por la vía privada, o el poder público debe garantizar solo una educación no confesional. No cabe el adoctrinamiento pagado por todas y todos. Caben cooperativas, incluso iniciativa privada, siempre que asuman los principios constitucionales y el carácter aconfesional de la educación. Para el resto, soluciones para la escolarización garantizada y para las trabajadoras y trabajadores de la enseñanza.

Debe mejorarse de forma clara la formación inicial y permanente de quienes quieran dedicarse o se dediquen a la docencia. En un mundo en constante transformación, con novedosas herramientas cada día más potentes, eso se convierte en obligación ineludible.

Debe reducirse de manera drástica el numero de alumnas y alumnos por unidad docente. Si hay algo que pueda garantizar la similitud de oportunidades, la tarea diversificadora, es esa disminución. Con seguridad, muchas y muchos docentes estarían de acuerdo con un incremento de su horario lectivo a cambio de una disminución de la ratio. 

Podriamos seguir proponiendo. No parece el espacio. Si concluir diciendo que, por supuesto, la financiación del sistema educativo debe incrementarse de manera decidida. Y todo esto sin olvidar los medios de comunicación y el preeminente papel de la cultura. 



miércoles, 9 de noviembre de 2016

TRUMP PRESIDENTE, O LA COSECHA

Hago un paréntesis en la serie precongresual iniciada, porque no me resisto a expresar mi opinión sobre lo sucedido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Confesaré que me levanté esta mañana con un nudo en el estómago. Esperaba la victoria de Hillary Clinton, pero una cierta inquietud me acechaba. De hecho, tardé unos minutos en enceder mi transistor. Solo tuve que oír el tono de voz de Pepa Bueno para comprender que aquello que parecía tan improbable se había hecho realidad. Es cierto que en aquel momento, la propia periodista, Javier del Pino desde Washington, querían mostrar cautela porque los últimos estados en el recuento aún no tenían datos definitivos. Pero a las 7 y 15 de la mañana, hora española, pese a ese desesperado intento por aferrarse a un hilo de esperanza, la suerte estaba echada. Donald Trump era presidente electo. 

Imagino que como otra mucha gente, al estupor siguió la preocupación. Una intranquilidad que, pese a ese discurso primero, aparentemente conciliador del ganador de las elecciones, se mantiene incólume a esta hora. De hecho, creo que ha llegado para instalarse, al menos, durante los próximos cuatro años.

He pensado en mis hijas, en mi hijo, en el planeta que les tocará vivir. Confieso en estos momentos mi pesimismo. Como tantas veces he afirmado, la injusticia absoluta que impera en el mundo, la injusticia atroz que significa la opulencia frente a la miseria, el derroche frente al hambre, a la pobreza extrema, no puede resistir su exposición pública, su foto constante, su presencia permanente en nuestras casas. Hoy todo eso no se puede esconder. Quienes habitamos el mundo rico, sabemos de las penurias de buena parte de la humanidad; por contra, quienes desde esa carencia de lo más elemental nos ven, y ahora sí nos ven, deben desear para sus propios hijos un futuro digno. Y seguro que pensarán que bastaría un pequeño esfuerzo de reparto de la riqueza de este planeta para solucionar esa desigualdad que nos debería avergonzar a todas y todos.

Dos sentimientos se contraponen. De un lado, el miedo de una parte de la población a perder sus privilegios, de otra la rabia del que nada tiene, del que ve morir a los suyos. Es cierto que en ambas partes hay sed de justicia, de solidaridad entre las gentes, y esperanza, esperanza en una vida mejor y más equitativa. Hoy por hoy, por obra y gracia del pensamiento neoliberal que acompaña al capitalismo financiero más salvaje e inhumano, por demérito también de quienes no logramos hacer atractivo un discurso honesto, aquellas emociones primitivas se imponen frente a las que la cultura humana ha ido tejiendo a lo largo de la historia. 

Sin embargo, concluyo. El pesimismo no es derrota. De inmediato se transforma en el compromiso renovado de lucha por la justicia desde mis principios socialistas. Contra Trump y contra quien haga falta.


martes, 8 de noviembre de 2016

REFLEXIONES PRECONGRESUALES I: LA FORMACIÓN DEL PENSAMIENTO

¿Cuáles son los verdaderos intereses de cada grupo social, si se prefiere, de cada tramo de la escala social? Mejor, ¿cuáles son los intereses imaginados por los individuos de esos grupos, de esos tramos? ¿Los homogeneiza la pertenencia o inclusión en alguno de ellos? ¿O son más complejos los mecanismos que los conforman en el imaginario o en la realidad (si es que hay discrepancia)? No son cuestiones fáciles, pero están en el origen mismo de la confección de una oferta política determinada desde una óptica socialista (más adelante concretaremos esto). Sería inútil, desde una supuesta superioridad (moral, ética, epistemológica...) del discurso, ofrecer soluciones a problemas no considerados como tales por los destinatarios, o soluciones erróneas, desde la perspectiva de aquellos, a los que si sean tenidos por retos reales. Dilucidar esto es clave para formular cualquier tipo de propuesta.

En el marco de una reflexión como esta (una sencilla entrada en un blog), solo cabe ser coherente y esquematizar, aún a riesgo, por esto último, de una cierta simplificación.

Mantengo como núcleo de mi tesis que nos encontramos ante un proceso de banalización del pensamiento colectivo con importantes repercusiones en la deriva global de la humanidad. No es un proceso espontáneo, ni inocente. Antes al contrario, muestra una gran coherencia con el nuevo marco de relaciones que estamos construyendo. Sería casi imposible desgranar en este espacio los factores que definen ese nuevo modelo. Pensemos en un par de ejemplos para entender la dimensión del cambio. Hoy una persona cualquiera, en un lugar cualquiera del planeta tiene acceso, mediante las nuevas tecnologías de la comunicación, a información (sobre todo a imágenes) relativa a casi cualquier otro lugar. De inmediato, surge la comparación, la conciencia de la diferencia, con todas las consecuencias que ello pueda tener para la consideración de su propio papel en el mundo. De otro lado, en occidente, en los países llamados desarrollados, la cantidad de información circulante (real, falsa, falseada) es tal que, en la práctica, los receptores solo perciben ruido por cuanto no pueden procesar a la velocidad adecuada la cantidad de datos recibidos. ¿Y qué ocurre cuando hay ruido? Que triunfa el más chirriante.

Ahí comienza el pensamiento banal. Ante tal cantidad de mensajes, y la velocidad con que surgen y desaparecen, la mente acaba reteniendo solo superficie (y aún así, por poco tiempo). La capacidad de análisis se reduce, las decisiones se toman sustituyendo la necesaria reflexión por la reacción emocional, mucho más rápida, más automática, más fácil de seguir. 

Fijada esta premisa, dos conclusiones son inmediatas. La primera es que cualquier planteamiento estratégico a medio largo plazo (tan denostado y tan necesario) debe incluir medidas educativas (a través de todos los medios y canales) que fomenten el pensamiento crítico al tiempo que se facilita, por medio de los canales públicos, información de calidad (o sea, fidedigna y relativa a los temas relevantes, no solo a los de interés inmediato). Es un esfuerzo de titanes, dado que el pensamiento neoliberal lleva años de ventaja en este trabajo y cuenta con medios mucho más poderosos hoy por hoy. Solo lo público podría contrarrestar le erosión que se ha llevado a cabo. El principal error en que se cae, cuando se ostenta el poder gubernamental es el de intentar competir con semejantes contenidos a la oferta privada para ganar cuota de audiencia. Algo de pan para el momento, mucha, mucha hambre para el futuro.

La segunda es que, en lo inmediato, ahora, más allá del esfuerzo apuntado de largo recorrido, es necesario un modo de comunicación capaz de a través de ese pensamiento banal llegar a trasladar mensajes con un lenguaje adecuado y salvaguardando los contenidos. Tampoco es tarea sencilla, pero es claro que algunos lo están consiguiendo. En esa dirección, todo lo relativo al engarce con la juventud es esencial. Habrá quien diga que estoy hablando de demagogia, de populismo. La diferencia con ello de lo que planteo está en la sinceridad. No se trata de engañar para terminar diciendo lo que entiendo que aquellas personas a quienes me dirijo quieren oír, sino a conjugar mi mensaje con los intereses (o su imaginario) de aquellas, para acabar adaptando la forma, haciéndola atractiva y sencilla de entender. Creo, sinceramente que nos pierde en muchas ocasiones la necesidad de una prolija explicación frente a otros, a otras, que usan (y abusan) el eslogan (la mayor parte de las veces embustero) con buenos resultados. 

Apunto solo dos cuestiones a tratar a partir de lo contenido en esta entrada sobre globalización de las comunicaciones. Dos efectos sobre fenómenos ya iniciados que se han visto multiplicados en buena medida gracias a aquella: el capitalismo financiero global y las migraciones.