Vaya por delante mi (cada vez menos) estupor porque un partido político, con el marchamo de corrupción que presenta en un número importante de sus dirigentes, como el PP sea el más votado por la ciudadanía española. Sí, muy lejos de la mayoría absoluta; sí, con una caída importante, casi una debacle, pero ahí está, con más de siete millones de votos. Particular sonrojo, como muestra, el caso del candidato segoviano implicado en la percepción de suculentas comisiones cuando menos, desde mi óptica, deshonestas. Refrendado por el voto particular, pese a todo.
Por lo demás, un tablero harto complejo, sin aparente posibilidad de enhebrar siquiera una mayoría capaz de sacar adelante una investidura. ¿Vamos, pues, hacia otros comicios? Tiempo al tiempo, pero la probabilidad es alta.
Las alternativa que pasa por la derecha que representan PP y Ciudadanos se antoja muy complicada. El nacionalismo catalán, que en circunstancias semejantes, históricamente, contribuyó a posibilitarla, hoy no parece que pudiera siquiera planteárselo, hay demasiado recorrido a estas alturas, demasiadas ataduras al banco del independentismo en rebelión. La amalgama posible restante no llega a los necesarios números.
La izquierda (o la izquierda y los de "abajo") tiene dos retos. El primero construir (o reconstruir) un lenguaje común que permita siquiera dialogar. Parece complicado. El segundo, conseguir un acuerdo de mínimos en cuanto a bases programáticas. Esto ya, a menos que el "donde dije digo" se convierta en "digo Luis", si que aparenta ser directamente imposible.
En democracia, la voluntad popular expresada en las urnas es lo esencial. Debe ser respetada en todo lo que vale. Es la concreción de nuestra libertad. Ello no la hace eximida de análisis crítico. Hay hartazgo, también interés renovado por la política como herramienta para cambiar las cosas, aunque pudiera parecer contradictorio. No lo es, pero si complicado, sí difícil de gestionar después. Por eso, el tiempo que se abre es apasionante, y nos debe hacer estar muy atentos a cuanto acontezca. Se está labrando un peldaño más en el futuro de este país. Y puede que tengamos que hablar de nuevo dentro de poco. Desde la perspectiva de este blog, lo irrenunciable para el socialismo no entra en negociación. Sabemos ya, porque lo hemos vivido (lo estamos padeciendo), que, de hacerlo (con todos los argumentos justificativos que se puedan poner sobre la mesa), habrá consecuencias.
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