viernes, 14 de diciembre de 2018

¡VAYA LÍO! ¿Y AHORA QUÉ?

En esta sociedad caracterizada por la sobredosis de mensajes, por la sobre exposición a una lluvia permanente, a ratos fina, a ratos gruesa, de ideas que se suceden sin continuidad, rompiendo el tradicional proceso de composición de pensamiento de manera lineal, la masa (el conjunto de ciudadanas y ciudadanos considerados como números) toma sus decisiones por mecanismos diferenciados de los clásicos. De esta forma, la llegada de información razonada, argumentada, que requiere una dosis de atención mínima para poder ser evaluada y convertida en motor de acción se demuestra inútil. Los cauces usados hasta ahora devienen inservibles.

¿Qué modelo se impone? Sencillez en las formas, llamamiento a lo instintivo no racional y, en especial dentro de esa categoría, a cuanto implique negatividad (miedo, rechazo, odio, egoísmo...). Esa es la fórmula utilizada por aquellas formaciones que aspiran a contar con el apoyo de dos sectores realmente contrapuestos capaces de respaldar por razones enfrentadas una misma opción. Uno de ellos, consciente del fondo y el procedimiento, que ve protegidos sus intereses por ellas. El otro, aún siendo en la mayoría de los casos dolientes de las medidas prometidas, aunque apenas mostradas, formado por el segmento de población más permeable a esos nuevos modos de construcción del pensamiento, aquellos que se basan en la volatilidad, la superficialidad y la visceralidad.  

No estamos solo ante un fenómeno político, sino sociológico en la medida en que afecta a la totalidad de la acción humana. Las nuevas formas de comunicación, lejos del prometido ágora de intercambio de pensamiento libre y, por ello, veraz, se han demostrado más bien como un canal manipulador relativamente fácil de manejar si se cuenta con los medios para ello. Quien los posee, posee el control. Hemos abierto las ventanas de nuestra casa no para compartir con los iguales nuestras ideas, nuestras cuitas, nuestras opiniones, incluso nuestros afectos, sino para hacer posible la entrada del lobo. Hasta cada uno de los hogares, por múltiples vías, a cada miembro de la familia por separado. Esa nueva sociedad ya se está demostrando maleable hasta extremos impensables. Y es que antes nos influían por métodos tradicionales, lentos (incluso con la llegada de la televisión). Ahora lo hacen directamente a la intimidad del individuo, adaptando las consignas a los pensamientos previamente conformados. La capacidad de orientación se ha multiplicado.

Si no damos una respuesta a esa viga maestra, todo lo demás podrá paliar, pero la clave de derrota se hará más y más profunda. Y solo la gobernanza global garantiza la capacidad de embridar a este capitalismo de las redes desbocado. Por eso hoy, el gran enemigo es el nacionalismo populista (en todas sus variantes). A la dialéctica clásica entre izquierdas (igualdad y justicia social, por resumir) y  derechas (individualismo y éxito personal), se superpone hoy una nueva.  Globalidad política frente a disgregación.


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