Los resultados electorales en Andalucía del pasado 2 de diciembre y la posterior gestión de acuerdos está convirtiendo la cosa pública andaluza en una suerte de laboratorio político, en línea con la propuesta de la derecha que convirtió los comicios de nuestra comunidad en un remedo de precampaña de las generales (esas que exigen todos los días).
En ese laboratorio los alquimistas principales, PP y Ciudadanos, han apostado por una suerte de piedra filosofal que en la actualidad es mantra en importantes gobiernos: a saber, miente, porque la mentira no tiene hoy por hoy, enmarañada como queda en el bombardeo de afirmaciones que llega a la colectividad, efecto proporcional a la gravedad de la estafa. La propuesta de medidas pactadas por las formaciones de derecha contiene una engañifa y una ocultación. La engañifa es evidente, proponen incrementar los niveles de servicios públicos (lo que conlleva más dinero) con bajadas de impuestos y subidas de salarios propios (o sea menos dinero disponible). Ellos son los primeros en no creerse lo que se supone columna vertebral de su acción de gobierno. Aquí me comprometo a, pasado el tiempo suficiente, analizar con detenimiento la distancia entre lo comprometido y lo efectivamente realizado.
La ocultación consiste en no admitir públicamente algo que las matemáticas (¡Ay, la jodida aritmética!) muestran tan a las claras, que solo el cinismo más absoluto combinado con aquel "no habrá consecuencias" se permite el lujo de obviar o incluso inadmitir. NO ES POSIBLE un gobierno PP/Ciudadanos sin contar con los votos (¿gratuitos?) de VOX. Al PP queda claro que no le dolerían prendas admitirlo (ya lo ha hecho), pero Ciudadanos no se lo puede permitir, sobre todo por la imagen internacional proyectada y el coste electoral real que ellos barruntan en este ligarse a la extrema derecha. Así que ambos actúan como si contaran con mayoría suficiente en el Parlamento Andaluz, lo cual solo puede responder a que realmente disponen ya de ese respaldo.
Permítanme un inciso que, si no hago, me reconcomería. La afirmación literal de Juan Marín sobre que el propósito de este acuerdo (el del PP/Ciudadanos) es echar a los socialistas del gobierno de la Junta debiera provocar la indignación en Andalucía, porque esa afirmación esconde y desvela, al tiempo, mucho de lo por ocurrir (y poco bueno).
Entretanto, Susana Díaz arguye con razón que es el PSOE A la formación política más votada. Eso le sirve para afirmar que "ha ganado las elecciones". El problema es que ha perdido la Junta. La más elemental enseñanza en política incluye el axioma de que quien gana unas elecciones (aun no siendo la fuerza más votada, aun perdiendo votos y escaños) es quien forma gobierno. Y en efecto, un perdedor nato como Bonilla, que ha cosechado los peores resultados del PP en Andalucía, se convierte en ganador por la aritmética (aquella que esconden) parlamentaria. Cada vez que la Secretaria General del PSOE A se mire al espejo no va a ver a la "ganadora de las elecciones", sino a quien perdió la Junta para la opción socialista después de 36 años. Y esa es una losa demasiado grande. Dedicaremos otra entrada a qué entiendo que se debe hacer desde el PSOE A. De momento, un trazo grueso: cambiar.
Vienen tiempos complicados para lo público en Andalucía, para el principal mecanismo de compensación de desigualdades cual es la cartera de servicios de acceso universal, en claro riesgo de adelgazamiento y privatización. Toca la tarea de luchar contra ello. No nos falta ni talento, ni experiencia, ni voluntad.