La editorial de El País de hoy, "Izquierda en apuros", tras analizar las posibles causas de la debacle de la socialdemocracia en el mundo occidental, concluye, poniendo a Macron como ejemplo, que para volver al poder, el camino lo ha marcado el dirigente francés: fuera clichés ideológicos, fin de las rigideces organizativas propias de los partidos y puesta en marcha de medidas tendentes a ocupar un centro progresista, alejado de los radicales de izquierda y derecha para ocupar un espacio refrendado por mayorías de progreso.
Y es posible que, como estrategia para volver al poder sea, a corto plazo, efectivo lo propuesto. En última instancia una suerte de socialistas sin socialismo. Creo también que es bueno que esto se verbalice. Si de lo que se trata es dejar atrás el "cliché ideológico", desprendiéndose de "rigideces", o sea de licuar la política, haciéndola flexible a las tendencias demoscópicas y, manteniendo un barniz de "centro progresista", adaptar la oferta a los requerimientos (supuestos, por mucho que analizados) de la mayoría social moderada, dígase. Eso clarifica el debate.
Dos cosas resalto de las muchas otras que habría que oponer a la tesis que se nos presenta. La primera es sencilla. Una formación política quiere el poder para transformar la sociedad de acuerdo con un proyecto ideológico concreto, no recorre el camino contrario, construir su mensaje para conquistar el poder. Eso no deja de ser un tipo de populismo con todos los ingredientes (la dicotomía aquí es moderados de centro progresista frente a radicales de derecha e izquierda). Eso sí, un populismo líquido. Porque para una formación política (Macron no la tiene, la construye después) la conquista del poder no es el objetivo. Cierto, sin lograrlo, su capacidad de influir se reduce al mínimo (o a lo mejor, no tanto). Pero la verdad es que, si para ganar, debes aparcar tu esencia y poner en marcha políticas concretas que contradicen lo históricamente propuesto, al menos la decisión debe ser consciente, formulada explícitamente y refrendada. Alabo en ese sentido la coherencia de la línea editorial de El País. Fuera máscaras.
En la dirección apuntada, se olvida en el discurso editorial que el gran problema que ha convertido a los partidos socialdemócratas, en muchos lugares, en formaciones en clave de derrota ha sido la falta de coherencia. En efecto, entre lo propuesto y lo realizado (con todas las justificaciones que se quieran) se ha abierto un abismo de tal magnitud, que el discurso socialista se ha vuelto poco creíble. De inmediato, han surgido propuestas nuevas, por tanto no contrastadas, por tanto no incoherentes aún, por tanto aún creíbles, que han ocupado parte del espacio tradicional de los partidos socialistas democráticos. Cabe, a partir de ahí, tomar dos caminos principales (dejo los matices por razones obvias). Aquel que conduce a variar el discurso para adaptarlo a las expectativas detectadas, o el que nos remite a recuperar esa coherencia entre los objetivos y la praxis, sin renunciar al fundamento ideológico. Y sí, toca decidir.
La socialdemocracia muere de éxito. Ya no es "novedoso" una sanidad, una educación, etc., públicas: el famoso Estado de Bienestar se ha extendido por gran parte de Europa, siendo asumido por el centro derecha y el centro. Lo que es necesario es una mejor redistribución de los recursos que pasaría por organizar una gestión limpia, eficaz y eficiente de todo el sistema: cuando la población identifique a la izquierda con este tipo de gestión encontrará el camino
ResponderEliminarQuerido amigo: no estoy totalmente de acuerdo con tu opinión. No creo que la derecha y el centro hayan asumido, sin más, el Estado del Bienestar. Eso pudo ser así en un determinado momento, en función de la capacidad de oponerse que ese segmento ideológico ý político tenía, pero ya no. La crisis y sus consecuencias, han permitido a esa derecha, desde una posición de fuerza, iniciar la demolición del sistema público para favorecer al modelo privado de negocio. Y ahí sí, en la oposición a ese derribo, y en la conquista de nuevos derechos, superando la falacia del nivel de vida y nuestras posibilidades. Hay futuro para la pelea socialista, sea bajo la marca que sea, mejor si lo es de un Socialismo sin disfraces, adaptado a las circunstancias pero fiel a su esencia. Un fuerte abrazo.
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