La editorial de El País de este sábado pasado llevaba por título "Primarias para qué". Su tesis central giraba en torno a los dos peligros que "destacan particularmente" en el futuro inmediato del PSOE. El primero se referiría al "intento" de hacer aparecer el proceso de elección directa de secretario o secretaria general como una lucha entre aparato y militancia, al modo de las dualidades populistas de casta y pueblo. La editorial rechaza tal antagonismo, desde el momento en que considera tan militantes a quienes ostentan cargos cuanto a quienes no. "Negar esto (aprovecha para decir) es tanto como negar la democracia representativa."
El segundo peligro pasa por la polarización de "buenos" frente a "malos", izquierda auténtica frente a la viciada e inmoral. Disparidad rechazada de manera categórica por la falta de credenciales de izquierdismo de aquellos y lo burdo de la descalificación.
Frente a esos peligros, se señala, se hace necesario recordar que "las primarias" (que ya hemos dicho que no lo son) tienen como objetivo "elegir a aquellos equipos mejor capacitados para llevar el partido a la victoria en las urnas". Frase que requiere de un artículo en exclusiva para su análisis crítico.
A nadie se le oculta que El País tiene su opción. Es legítimo. Además, no lo esconde.
Sin embargo, quisiera formular una pregunta previa al para qué que formula el diario. En efecto, la cuestión original sería por qué, ¿por qué un proceso de elección directa del secretario o secretaria general y no uno democrático representativo vía congreso? He ahí, realmente, el quid de la cuestión.
¿Es necesaria la democracia representativa en una organización política? Afirmo que es ineludible. No sería operativo un sistema asambleario puro en el que cada decisión hubiera de ser sometida a aprobación colectiva. Se elige, se delega, se controla, se piden cuentas y se vuelve a elegir. Ese proceso es el único que permite conjugar democracia y operatividad. Ahora bien, la elección primera se hace en base a propuesta, a contrato pues. Las resoluciones de los órganos colectivos deben ser norte y guía que solo podrían ser objeto de modificación -para la adaptación a una realidad cambiante- previa consulta. Y, por otro lado, para evitar tentaciones, las listas a los esos órganos colectivos habrían de ser abiertas, para que prime la valía de quienes se presentan frente a otras consideraciones.
La elección directa de los órganos unipersonales por el conjunto de la afiliación viene a introducir un elemento de participación de compromiso, y de respuesta directa, que mejora enormemente la calidad democrática de los partidos. ¿Es una fórmula que garantiza que la elección por la militancia equivale al apoyo masivo en las urnas? Por supuesto que no. Claro que la elección indirecta en un congreso, tampoco.
El auténtico peligro para los partidos cuyo modelo es en exclusiva el de la democracia representativa (con listas cerradas, además), es el caudillismo, la conversión en una organización de corte presidencialista, en el que los órganos intermedios pierden capacidad de decisión y tienden a convertirse en meras claques, con casi inexistente función crítica. Hay quien dirá que exagero. Estoy en condiciones de poner ejemplos claros, si lo necesitan obviamente.
Por tanto, solo habrá contraposición entre aparato y militancia si el aparato utiliza su posición para perpetuarse en los cargos. Solo habrá cohesión si nadie acusa de derechismo a nadie, ni se tilda de acomplejado (hay que entender con relación a Podemos) al que no representa la esencia del partido cien por cien. Si, sí, puede que sea una quimera, pero ¿acaso el socialismo no consiste en eso, en construir un camino hacia la quimera?
No hay comentarios:
Publicar un comentario