Inmersos como andamos en el seguimiento periodístico de los gestos, de las posturas, de los micro signos de cambio en la posición de las diferentes fuerzas políticas (con la excepción del PP que continúa en situación de rigor mortis), a fuer de oír cada día declaraciones de los diferentes "líderes" que, por mucho que consigan arremolinar cámaras y más cámaras, acaban indefectiblemente en la insulsez, cuando no en la estulticia, va confirmándose un diagnóstico que en algún momento ha sido verbalizado sin la repercusión merecida. Cuando uno escucha a todo un "candidato" a Vicepresidente del Gobierno de España (aunque ya parece que no, que ha dimitido por adelantado -otros lo hacen en diferido, es verdad-), y cito textualmente, decir que "si algo hemos aprendido en estos meses, es que en política hay que ceder", no tiene más remedio que añorar un análisis serio, responsable, inteligente, a la altura de los retos a los que nos enfrentamos.
Podríamos poner otros ejemplos, cualquiera puede encontrarlos cada día. Lo cierto es que no se vislumbra nadie capaz de aglutinar, de ilusionar, incluso de encandilar para conseguir emprender de una vez la senda de la recuperación de derechos en este país y garantizar una España del bienestar, inmersa de manera activa en un mundo que requiere de amplias miras, de una concepción de la humanidad como conjunto de iguales (¿o es que solo se globaliza el capitalismo especulador y la banalidad que le acompaña como apuesta sociológica?).
Si se analizaran los discursos de estos dirigentes -aparentemente nuevos o viejos directamente- con un criterio de profundidad y racionalidad, con un verdadero ojo crítico, sería para salir corriendo. A lo mejor es por eso que la mayoría sigue prefiriendo dar tintes de importancia a lo que solo es patética mediocridad.