Un cierto tiempo después, vacaciones por medio, retomo estas reflexiones. Aprovecho los comentarios a una entrada en Facebook que realicé hace unos días para enmarcar este artículo. Recordándome, en cierta forma, aquel patético momento del Presidente Rajoy (entonces candidato), cuando al hacerle ver un periodista que le entrevistaba que, contra lo que el propio Rajoy afirmaba, si la ciudadanía catalana decidía independizarse, aún así seguirían teniendo la nacionalidad española, decía aquello (con vos mezcla de socarronería y estulticia) "¿y la europea?, el citado comentarista de mi entrada, al verse pillado en una mentira calumniosa, me instaba a explicar mi cambio de posición con relación al también famoso "no es no". No aclaraba el personaje de dónde había sacado esa conclusión sobre mi supuesto cambio de postura, pero tampoco me pilla de sorpresa esa costumbre de presentar como verdad lo que es solo una afirmación sin argumento.
Aclaremos pues. A estas alturas, el "no es no" constituye tan solo un pasado alternativo que, al no realizarse en su momento, ya no existe. Ello no es obstáculo para que se puede mantener una postura crítica con la decisión de abstenerse. Yo argumenté de forma previa y lo hice entendiendo que lo que planteaba (la no abstención y las consecuentes terceras elecciones) nos colocaban en mejor disposición ética, moral y política para afrontar un periodo duro, de recuperación de la confianza y el prestigio perdidos en parte. Y no me arrepiento de ello. Ahora bien, una cosa es defender que nuestra alternativa la entendíamos mejor, y otra, una vez derrotada, empecinarse en ella y dedicarse, solo y exclusivamente, a torpedear cualquier acción posterior, en ocasiones con un grado de saña y de falta de respeto que considero inaceptables de todo punto.
Si alguien cree que la estrategia no es la correcta, trabaje para cambiarla, pero hágalo proponiendo una alternativa argumentada, razonada, sólida y llévela al lugar y momento oportunos. Recrearse en la descalificación o el insulto como única arma dialéctica no es solo un error táctico, es un profundo ataque a la esencia misma de los principios socialistas.
Así que yo no he cambiado de posición, lo que ha cambiado es la realidad. Estoy obligado a reconocerla y actuar conforme a los nuevos parámetros. El principal de ellos entiendo que se centra ahora en obtener, de una posición inicial de desventaja, todo el rédito posible al aprovechar que el adversario en el poder ya no tiene la capacidad de obrar sin otros, especialmente sin nosotros. Ese es ahora el camino a seguir, fundamentalmente porque es la única senda. La senda de la oposición.
El obligado trabajo en este momento consiste en colocarnos en posición de reclamar el apoyo de la ciudadanía ganando su confianza, haciéndoles ver que quienes votaron socialista contribuyeron a que determinadas medidas negativas tomadas por el PP de la mayoría absoluta son contrarrestadas total o parcialmente (esa pelea sí ha de ser inteligente y bien llevada y mejor explicada).
Como decía el poeta, "Tú no puedes volver atrás/ porque la vida ya te empuja / como un aullido interminable. / Hija mía es mejor vivir / con la alegría de los hombres / que llorar ante el muro ciego".
Y en ese caminar hacia adelante, la tozuda realidad se impone. Tenemos que adaptarnos al momento sin olvidar cómo hemos llegado a él, y al tiempo sin que nos frene el vano intento de estar cambiando lo sucedido. Solo puede cambiarse lo por suceder.
Y si no (alguien siempre nos podrá decir), haber obtenido mejores resultados en las elecciones, incluso haberlas ganado.