jueves, 25 de junio de 2015

SÁLVESE QUIEN PUEDA

Una de las muchas cosas que diferencian una concepción del mundo desde la derecha frente a otra socialista (diferencia nuclear, eso sí) es aquella que se refiere al modo de afrontar el tránsito por la vida. Para los seres humanos, hacerlo en sociedad es ineludible. No cabe un modelo absolutamente individual. Sentada esa premisa, ese caminar juntos admite muchas variantes. Desde aquella que se plantea en pié de igualdad (todos nacemos iguales, morimos de igual forma) en cuanto a derechos y posibilidades, eliminando diferencias abusivas, 


hasta aquella otra en que el individualismo llevado a su extremo implica explotar al otro para vivir en la opulencia yo, llegando a límites que significan miseria absoluta (que imposibilita la supervivencia) frente a lujo inimaginable para el común.

Mientras la derecha, justificándolo en la libre competencia como modelo de progreso (una especie de darwinismo socio económico), opta por esta última fórmula y defiende así los privilegios (adocenando a la sociedad mediante mecanismos complejos),


la izquierda, el socialismo, aboga por mecanismos pactados que reduzcan las diferencias que las distintas capacidades y actitudes puedan generar, manteniéndolas en unos niveles "asumibles" (por justos, con toda la imprecisión que el término conlleva).

Hay unos primates en Japón que se han adaptado a vivir en la nieve, en un medio hostil, aprovechando la existencia de charcas termales de origen volcánico. En ellas se sumergen para evitar el frío. Pero no a todos los individuos les está permitida esa inmersión, solo a los familiares de los dominantes. El resto está condenado al rigor exterior.


Cuando vi un documental que retrataba este comportamiento, pensé que aquellos que tenían derecho a entrar en el agua caliente eran unos (aquí coloquen algunos insultos apropiados, acertarán). Después, oyendo las penalidades de una familia paquistaní que, huyendo del conflicto, de la muerte casi segura, llegaban a Grecia por mar (en una embarcación saturada, con un riesgo evidente) y encontraban un recibimiento hostil (no por los griegos) por parte de una Unión Europea egoísta, caí en la cuenta de que yo estoy inmerso en el agua caliente. Ahora tengo que gestionar eso. No es fácil.