sábado, 19 de octubre de 2024

PERO ¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO?

 Tengo la costumbre de almorzar viendo el noticiario de RTVE "24 Horas". No es mi única fuente de información, pero sí la visual por excelencia, la que me pone ante la imagen que otros han descrito con palabras. Y enrollo sin especial maestría los espaguetis y me los llevo a la boca sin que las arcadas aparezcan. Y me avergüenza más el que no me avergüence hasta el vómito aquello que contemplo que el hecho en sí. Lo que está ocurriendo en Oriente Próximo, lo que sucede en Ucrania, aquello que acontece en tantos lugares del mundo donde el horror está presente con una crueldad que yo quisiera inhumana es tan execrable que me sorprendo hasta la vergüenza de poder seguir como si nada, en tanto, el titular de que han muerto 33 personas, la mayoría niños y personas ajenas a cualquier lucha armada, a causa de un bombardeo israelí sobre un campo de refugiados (y van...) sucede a aquel otro relativo al asesinato o "la muerte" (sin más causa desvelada) de Yahia Sinwar -principal acusado de los ataques criminales del 7 de octubre- que aparentaba proporcionar una excusa para el alto el fuego (era, se supone, el principal objetivo israelí).

¿Dónde quedó aquella muestra de ética colectiva que supusieron las manifestaciones del No a la Guerra? ¿Dónde estamos quienes en aquel momento nos echamos a la calle para exigir el fin de una iniquidad? ¿Qué nos está pasando? ¿Cómo es posible que estemos tan anestesiados, hasta el punto de contemplar sin reacción alguna la negación del estatuto de refugiado a los saharauis deportados, por entregas, a Marruecos? 

Leo más sobre los discursos criminales de la extrema derecha que sobre la rebelión del ciudadano corriente ante tanta crueldad. Pero sigo comiendo sin que se me agrie el estómago. Supongo que el paso siguiente será cambiar de canal y, en lugar de 24 Horas, comenzar a ver una serie, cuanto más banal, mejor. 

O no, o igual determinadas organizaciones, que pueden, integradas por personas que aún no han perdido la decencia ni la conciencia de eso que llamamos humanidad, levantan la mano, convocan a la ciudadanía y, en un gesto, de ética básica, se vuelve (nos volvemos) a echar a la calle, a concentrarnos todos los días ante la sede de quienes llevan a cabo desmanes criminales. Es un débil hilo de esperanza, porque sé que el enemigo es fuerte, pero al que debemos sumarnos si queremos seguir defendiendo algo tan elemental como la Declaración de Derechos Humanos. 



Diferentes, aunque no lo suficiente, formas de contar lo ocurrido.


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