miércoles, 26 de diciembre de 2018

GAZPACHO ANDALUZ

Los resultados electorales en Andalucía del pasado 2 de diciembre y la posterior gestión de acuerdos está convirtiendo la cosa pública andaluza en una suerte de laboratorio político, en línea con la propuesta de la derecha que convirtió los comicios de nuestra comunidad en un remedo de precampaña de las generales (esas que exigen todos los días). 

En ese laboratorio los alquimistas principales, PP y Ciudadanos, han apostado por una suerte de piedra filosofal que en la actualidad es mantra en importantes gobiernos: a saber, miente, porque la mentira no tiene hoy por hoy, enmarañada como queda en el bombardeo de afirmaciones que llega a la colectividad, efecto proporcional a la gravedad de la estafa. La propuesta de medidas pactadas por las formaciones de derecha contiene una engañifa y una ocultación. La engañifa es evidente, proponen incrementar los niveles de servicios públicos (lo que conlleva más dinero) con bajadas de impuestos y subidas de salarios propios (o sea menos dinero disponible). Ellos son los primeros en no creerse lo que se supone columna vertebral de su acción de gobierno. Aquí me comprometo a, pasado el tiempo suficiente, analizar con detenimiento la distancia entre lo comprometido y lo efectivamente realizado.

La ocultación consiste en no admitir públicamente algo que las matemáticas (¡Ay, la jodida aritmética!) muestran tan a las claras, que solo el cinismo más absoluto combinado con aquel "no habrá consecuencias" se permite el lujo de obviar o incluso inadmitir. NO ES POSIBLE un gobierno PP/Ciudadanos sin contar con los votos (¿gratuitos?) de VOX. Al PP queda claro que no le dolerían prendas admitirlo (ya lo ha hecho), pero Ciudadanos no se lo puede permitir, sobre todo por la imagen internacional proyectada y el coste electoral real que ellos barruntan en este ligarse a la extrema derecha. Así que ambos actúan como si contaran con mayoría suficiente en el Parlamento Andaluz, lo cual solo puede responder a que realmente disponen ya de ese respaldo. 

Permítanme un inciso que, si no hago, me  reconcomería. La afirmación literal de Juan Marín sobre que el propósito de este acuerdo (el del PP/Ciudadanos) es echar a los socialistas del gobierno de la Junta debiera provocar la indignación en Andalucía, porque esa afirmación esconde y desvela, al tiempo, mucho de lo por ocurrir (y poco bueno).

Entretanto, Susana Díaz arguye con razón que es el PSOE A la formación política más votada. Eso le sirve para afirmar que "ha ganado las elecciones". El problema es que ha perdido la Junta. La más elemental enseñanza en política incluye el axioma de que quien gana unas elecciones (aun no siendo la fuerza más votada, aun perdiendo votos y escaños) es quien forma gobierno. Y en efecto, un perdedor nato como Bonilla, que ha cosechado los peores resultados del PP en Andalucía, se convierte en ganador por la aritmética (aquella que esconden) parlamentaria. Cada vez que la Secretaria General del PSOE A se mire al espejo no va a ver a la "ganadora de las elecciones", sino a quien perdió la Junta para la opción socialista después de 36 años. Y esa es una losa demasiado grande. Dedicaremos otra entrada a qué entiendo que se debe hacer desde el PSOE A. De momento, un trazo grueso: cambiar.

Vienen tiempos complicados para lo público en Andalucía, para el principal mecanismo de compensación de desigualdades cual es la cartera de servicios de acceso universal, en claro riesgo de adelgazamiento y privatización. Toca la tarea de luchar contra ello. No nos falta ni talento, ni experiencia, ni voluntad.


miércoles, 19 de diciembre de 2018

EL MALABARISMO DE ORIOL JUNQUERAS

Yo solo soy un militante de una Agrupación del PSOE en una mediana población del Sur, de esta Andalucía nuestra. No tengo acceso a la cantidad de información que maneja el señor Junqueras. Eso sí, tengo mi capacidad de raciocinio para leerlo y, a partir de ahí, analizar sus postulados y criticarlos. Hoy escribe un artículo en El País titulado "Republicanismo catalán y federalismo europeo". Mucho de lo que afirma puede ser compartido sin dificultad. Incluso aprecio un buenismo que no me es del todo extraño. Ahí acaba mi coincidencia. Desde ese pequeño espacio común se abre, en el territorio dibujado por el político catalán todo un paisaje que me resulta radicalmente contradictorio. Se diría que uno contempla una estampa en que los elementos habituales han sido forzados, distorsionados, hasta hacerlos irreconocibles, casi surrealistas.

Oriol Junqueras reivindica lo que llama federalismo europeo. Subyace en su reflexión la idea de que un espacio amplio, políticamente cohesionado, es la única forma de hacer frente a "los grandes poderes económicos" con capacidad para "someter los Estados a sus intereses". O sea, que unidades políticas transnacionales son necesarias para embridar a un capitalismo global cada vez más fuerte. Acaba vinculando este sometimiento de los Estados con el menosprecio de "los derechos y la dignidad de las personas, de las familias y de las sociedades". En cierta forma parece decir que es necesaria la cesión de soberanía en el ente europeo que debe hacerse, a su vez, "más fuerte y democrático".

Esta tesis es, lo quiera o no el señor Junqueras, contraria a la idea desmembradora de ese Estado al que parece querer defender mediante una arquitectura de unidades agrupables e interrelacionadas de la que desaparece como por arte de birlibirloque el Estado Español. A España no se la nombra, se la ignora. Y resulta tan forzada esa omisión que termina ridiculizando todo el discurso. Refuerzo por arriba (Europa) y por abajo (Cataluña) a la que se quiere, según sus palabras "libre", algo que es posible dentro de la "Europa federal" (pero no al parecer dentro de España, según se colige de todo su discurso más allá de este artículo en concreto). La razón no se explicita, porque no existe. Hoy las catalanas y los catalanes son libres (hasta donde lo somos en esta sociedad occidental que se quiere democrática).

Dos cosas para terminar. El señor Junqueras reniega de las "oligarquías burocráticas" que ocupan cargos públicos, "generación tras generación, por las mismas familias". No puedo evitar al leerlo que se me llene la mente de nombres vinculados a la derecha catalana de la disfrazada "Convergencia" que, hoy por hoy, es un aliado político contranatural de la formación del propio Oriol Junqueras, ERC, en su exigencia de un Estado propio. Paradójico.

Las ideas que defiende el señor Junqueras en su artículo tienen pleno encaje en nuestro debate democrático. La única condición para ello es el respeto al marco legal (que puede ser cambiado por las vías previstas). Ahí es donde reside la cuestión nuclear de todo el problema.

https://elpais.com/politica/2018/12/18/actualidad/1545166477_852940.html

viernes, 14 de diciembre de 2018

¡VAYA LÍO! ¿Y AHORA QUÉ?

En esta sociedad caracterizada por la sobredosis de mensajes, por la sobre exposición a una lluvia permanente, a ratos fina, a ratos gruesa, de ideas que se suceden sin continuidad, rompiendo el tradicional proceso de composición de pensamiento de manera lineal, la masa (el conjunto de ciudadanas y ciudadanos considerados como números) toma sus decisiones por mecanismos diferenciados de los clásicos. De esta forma, la llegada de información razonada, argumentada, que requiere una dosis de atención mínima para poder ser evaluada y convertida en motor de acción se demuestra inútil. Los cauces usados hasta ahora devienen inservibles.

¿Qué modelo se impone? Sencillez en las formas, llamamiento a lo instintivo no racional y, en especial dentro de esa categoría, a cuanto implique negatividad (miedo, rechazo, odio, egoísmo...). Esa es la fórmula utilizada por aquellas formaciones que aspiran a contar con el apoyo de dos sectores realmente contrapuestos capaces de respaldar por razones enfrentadas una misma opción. Uno de ellos, consciente del fondo y el procedimiento, que ve protegidos sus intereses por ellas. El otro, aún siendo en la mayoría de los casos dolientes de las medidas prometidas, aunque apenas mostradas, formado por el segmento de población más permeable a esos nuevos modos de construcción del pensamiento, aquellos que se basan en la volatilidad, la superficialidad y la visceralidad.  

No estamos solo ante un fenómeno político, sino sociológico en la medida en que afecta a la totalidad de la acción humana. Las nuevas formas de comunicación, lejos del prometido ágora de intercambio de pensamiento libre y, por ello, veraz, se han demostrado más bien como un canal manipulador relativamente fácil de manejar si se cuenta con los medios para ello. Quien los posee, posee el control. Hemos abierto las ventanas de nuestra casa no para compartir con los iguales nuestras ideas, nuestras cuitas, nuestras opiniones, incluso nuestros afectos, sino para hacer posible la entrada del lobo. Hasta cada uno de los hogares, por múltiples vías, a cada miembro de la familia por separado. Esa nueva sociedad ya se está demostrando maleable hasta extremos impensables. Y es que antes nos influían por métodos tradicionales, lentos (incluso con la llegada de la televisión). Ahora lo hacen directamente a la intimidad del individuo, adaptando las consignas a los pensamientos previamente conformados. La capacidad de orientación se ha multiplicado.

Si no damos una respuesta a esa viga maestra, todo lo demás podrá paliar, pero la clave de derrota se hará más y más profunda. Y solo la gobernanza global garantiza la capacidad de embridar a este capitalismo de las redes desbocado. Por eso hoy, el gran enemigo es el nacionalismo populista (en todas sus variantes). A la dialéctica clásica entre izquierdas (igualdad y justicia social, por resumir) y  derechas (individualismo y éxito personal), se superpone hoy una nueva.  Globalidad política frente a disgregación.