Ante todo, una premisa esencial: aborrezco las generalizaciones indiscriminadas. Así que cuanto se diga en este artículo no pretende reflejar a la totalidad. Hay casos y casos. Ocurre que ya abundan en demasía los NINIS en política y eso tiene consecuencias visibles.
¿De quiénes hablo cuando utilizo esa expresión (que no pretende ser despectiva sino descriptiva)? Pues a aquellas personas que entran en el engranaje de la actividad política ocupando un cargo remunerado, sea en el partido o en alguna institución, sin que tengan experiencia laboral previa ni puesto de trabajo al que retornar. No han trabajado fuera del ámbito político y tendrían que buscar un empleo si salieran de él.
Es evidente, entonces, que no solo (si lo hacen) defienden unos ideales, un programa que los concreta (en ocasiones, incluso, ni eso), sino también (o solo) un puesto de trabajo. Puesto de trabajo que, en casos determinados, conlleva además un cierto estatus, cierto poder.
¿Qué consecuencias puede tener esa dependencia en lo laboral? La más inmediata, la falta de libertad a la hora de levantar la mano para dar una opinión propia contraria (o simplemente diferente) a la del aparato. En casos extremos, para poder decir (pueden surgir muchas razones para hacerlo) me voy, lo dejo. Habría de ser uno muy coherente, incluso muy valiente me atrevería a decir, para echarse al frío que hace fuera. Surge de esta manera uno de los grandes problemas: el servilismo (nada que ver con la lealtad).
Por si tal cosa no fuera suficientemente destructiva en una fuerza política, añadamos un ingrediente más. Para quienes ostentan el mando en la organización en cada momento, ese servilismo de las lentejas no es suficiente. Aderezan con la mediocridad. Que nadie me sobresalga. La gente más capaz acaba cayendo en muchos casos por el camino. No son expertos en medrar ni en manejar hilos que se asemejan a los conspirativos. Sus credenciales son otras. Podrían ayudar en la gestión de la cosa pública, impregnados como están de ideas en coherencia con lo enunciado. Son traicionados, con un café por medio, para repartirse las que ellos consideran prebendas y no instrumentos de mejora de la vida conjunta.
Aviso. Como las plagas de chinches en la grama, esos personajes van dejando el campo seco. Cada vez más reducido el verdor, donde siguen anidando, cada vez más alejados del común, distintas especies se escupen entre sí, aunque no acaban de comerse.
Durante la transición, pocos políticos llegaban con las espaldas descubiertas y el currículum laboral vacío. Eso se ha ido perdiendo con el tiempo. Hoy las cosas son bien distintas. Por supuesto hay más factores que explican eso que se da en llamar desafección, pero este no deja de ser uno de ellos. Entretanto, la ciudadanía asiste a espectáculos bochornosos. Tal vez, en la mini era de las redes sociales eso constituya seña de identidad.
Terminaré como empecé. Hay personas que, sin experiencia laboral previa, ni trabajo al que regresar tras su paso por la actividad política remunerada, tienen una extraordinaria valía. A veces, combinada también con un enorme talento. Suplen la falta de experiencia con la inteligencia, la ilusión y el compromiso. Afirmo que son los menos. Conviene distinguirlos. Y cuidarlos.